Pippa Biddle tenía 16 años cuando viajó a Tanzania con varias compañeras de su instituto estadounidense. Su destino era un orfanato, y el objetivo construir una biblioteca. Mano a mano con trabajadores locales, colocaban ladrillos durante el día. Una mañana, Biddle se levantó antes de lo previsto y vio cómo los trabajadores empleaban la madrugada para corregir la chapuza construida la jornada anterior.
No supo cómo asimilar la idea de que la ayuda que tanto ella como sus compañeras traían a Tanzania podía ser contraproducente. Así que lo olvidó e hizo como si nada. Hasta que las experiencias se fueron amontonando y tuvo que afrontar la realidad.
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