La retroalimentación es un mecanismo natural propio de los sistemas complejos, que actúa reforzando algún proceso una vez que se cruza algún umbral o punto de inflexión.
Por ejemplo, el hielo marino del Ártico ha disminuido drásticamente en las últimas décadas, acelerándose aún más en los últimos años. El hielo actúa como un excelente espejo, reflejando alrededor del 90% de la radiación solar, mientras que el agua absorbe alrededor del 90%. Esto significa que, a medida que el hielo retrocede, las regiones polares absorben mucho más calor, acelerándose cada vez más el calentamiento. Otros ejemplos destacados de fuentes de retroalimentación son:
- El deshielo del permafrost (una capa de suelo congelado que contiene suficiente carbono y metano como para elevar la temperatura global en unos 2°C, si se deshiela).
- Los incendios de turberas (las turberas son regiones pantanosas que almacenan más carbono que todos los bosques del mundo).
- El colapso y posterior desertificación de la selva amazónica (se cree que el punto de inflexión del colapso amazónico existe en torno al 20-40% de deforestación: actualmente está en el ~17%).
- La destrucción ecológica (como la asombrosa pérdida reciente de los arrecifes de coral, o los bosques boreales, que destruyen las reservas de carbono).
Hay señales alarmantes de que la mayoría de estos puntos de inflexión conocidos ya se han alcanzado. Los científicos temen que algunos puntos de inflexión puedan desencadenar otros, provocando así una cascada de colapso del medio ambiente y llevando al planeta irreversiblemente a un estado mucho más caliente.
Fuente: Rebelión Científica