Los espacios públicos de las ciudades y el capitalismo han demostrado tener una relación conflictiva. Madrid es buen ejemplo de ello. En las últimas décadas la urbe ha recibido el aterrizaje de la economía global, un aumento del turismo y con ello un proceso de gentrificación exponencial que pone en riesgo la vida de los barrios. Además se ha propiciado un tipo de urbanismo que permite la primacía del vehículo privado frente al peatón, cayendo en imposiciones sobre el espacio público que dictaminan cómo usarlo e interpretarlo.