De una manera sencilla, se puede definir el desperdicio alimentario como aquellos productos agrícolas y alimentarios descartados de la cadena alimentaria que siguen siendo perfectamente comestibles y adecuados para el consumo humano y que, a falta de posibles usos alternativos, terminan desechados como residuo.
El desperdicio alimentario es generado en las distintas etapas a lo largo de toda la cadena alimentaria: producción primaria, producción de alimentos en establecimientos alimentarios, comercio minorista, servicios de restauración y hotelero y, finalmente, a nivel de consumo doméstico.
En la Unión Europea, la cuantificación de los niveles de desperdicio de alimentos revela que el 70 % del desperdicio de alimentos surge en los sectores doméstico, de servicios de restauración y minoristas, mientras que los sectores de producción y procesamiento de alimentos contribuyen con el 30 % restante.